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La ignorancia da la felicidad, pero los ignorantes no lo saben. Nadie te da a elegir. Los cuerpos se descomponen, pero los muertos no lo saben. No me gusta, pero no puedo hacer nada. Ni siquiera puedo hacer esto. No merece la pena. ''Todos somos iguales'' es la frase que inventaron los débiles para hacer creer a los fuertes que no tienen nada que perder. Y cuando funciona, podemos ver como muchos saquean el cuerpo sin vida de unos pocos. Cuando lo llamamos justicia suena bien. Nadie se lo cree. Pero realmente no creen en nada. Con el tiempo he llegado a la conclusión de que me resulta más fácil y lógico ser anarquista en lo espiritual y ateo en lo humano...
no suelo
¿Cómo te sientes sabiendo que hoy eres la mujer de mi vida? ¿Qué te hace sentir saber que mañana (y cuando digo mañana no pretendo hacer ningún tipo de metáfora) si acaso serás un borrón en mi memoria? Pero sé que podrías cambiar mi vida. Me pierden mi mala memoria, mis malas maneras y mis malas experiencias. Al final acabo perdiéndome yo solo. ¿Cómo me siento? Yo ya no suelo sentirme, por lo que pueda pasar. La soledad no está tan mal. Me deja seis horas al día para ser quien quiera ser, como quiera ser y cuando quiera ser. Debería dormir más.
el resto del tiempo
El resto del tiempo lo paso de viaje conmigo. Alimentándome de sueños nuevos y buscando, como siempre (no, siempre no), nuevas formas de retrasar la vuelta a casa. El resto del tiempo lo paso cansado. El resto del tiempo muchas veces no lo entiendo. El resto del tiempo me pregunto quién soy. Aun no me he contestado, pero no me atrevo a preguntar a nadie más. El resto del tiempo lo gasto, aunque salga mal. No sé si tengo una respuesta o alguna pregunta decente que hacer. Mi vida es la luz. Mi vida son las manchas de tinta. El resto sólo son espacios en blanco y sombras. Y muerte.
Llega un momento en el que todo pasa demasiado rápido la velocidad se impone en cada segundo aunque estés aburrido llega un momento en el que dormir se junta con despertar y te sientes cansado desganado deshecho pero sigues corriendo porque la velocidad se impone en cada segundo y sigues corriendo porque la velocidad te persigue y no te deja tiempo para respirar en este momento empiezas a ver cada detalle de todo lo notas todo al correr el mundo pasa en fragmentos que puedes escrutar durante esa milésima pero no más tiempo porque la velocidad se impone en cada segundo y no puedes parar y no quieres parar y no paras aunque ya no tengas tiempo ni para respirar ni siquiera tienes tiempo para los espaciosysiguescorriendoporquelavidatevaenelloynovasapararniaunquequierasysientesunvértigoindescriptibleysiguescorrien
doporquelavelocidadseimponeencadasegundo
entre rayos de vida,
gilipolleces.
-¿Vencido?
-Sí.
-Será... Tu estabas más guapa antes.
-¿Cuando?
-Cuando me querías.
-¿Seguro?
-Ya no estoy seguro de nada... digamos que es una corazonada.
en el ruido de andenes,
mentiras amarillas.
En la ciudad vencida
nada se detiene,
sólo los trenes.
adoquines y pasatiempos y otros ojos y huracanes y hace frio las mañanas cuando está saliendo el sol
-Está bien, llevo unos días siguiéndote, pero suponía que ya lo sabrías... Todo empezó hará unas semanas... Aquella mañana yo volvía a casa y vi... me fijé en cómo te quedabas mirando a aquella señora que bajaba del autobús. Me fijé en tu cambio de expresión... Como nuestros caminos coincidían me fijé en cómo la seguiste. Tu nerviosismo me inquietó, esa forma de mirarla, la manera que tenías de andar tras ella, como acechando... Llegué a preocuparme por aquélla señora, pero, repentinamente, la empujaste con violencia justo un segundo antes de que aquella viga cayese en su cabeza. ¿Lo recuerdas, verdad? Después saliste corriendo, como poseído, como asustado... No lo comprendí, me dije que tendría alguna explicación lógica, que yo estaba demasiado cansada, me fui a casa...
››No volví a pensar en ello, pero unos días después te vi; llevabas esa gabardina deshecha, parecías perdido, pero caminabas con mucha decisión... No sé, hubo algo extraño en tu forma de moverte que me impulsó a seguirte, a ver si esta vez sucedía algo... Vi que te detenías en aquel semáforo, aun estando en verde, y te quedabas mirando al infinito, absorto. Yo me senté en un banco a observarte, sabía que algo iba a pasar, no te ofendas, pero levantabas cierto aire de sospecha. De repente tu expresión cambió, te giraste y te quedaste mirando fijamente al niño que salía de la panadería... Si él hubiese visto tus ojos no creo que se hubiese puesto a tu lado en el semáforo. La luz del semáforo se puso verde una vez más y tú agarraste a aquel niño por la capucha del abrigo, impidiéndole andar... Entonces pasó aquel coche a toda velocidad, perseguido por la policía, tú soltase al niño, que lloraba a gritos, y te marchaste, igual que la primera vez. Intenté seguirte, pero, con toda aquella gente alarmada por el chaval, me fue imposible seguirte el ritmo. Corres como un loco... ¡Yo sólo quería descubrir por qué! Te había visto dos veces y dos veces habías sido un salvador anónimo.
-Que tierno suena viniendo de ti... ¿Te importa si fumo? Bueno, qué te va a importar... estamos en mi casa. Cuéntame cómo cambiaron las cosas... Porque algo cambió, ¿verdad?
-Sí, algo cambió... A partir de aquella mañana te empecé a buscar por las calles, me resultaba fascinante tu forma de actuar... Y también un misterio ¿Cómo sabías lo que le iba a pasar a esas personas?
››Esa misma tarde te volví a ver. La situación era distinta... Habías parado en medio de la calle a una chica, más o menos de mi edad. De repente sentí miedo por ella... algo malo iba a pasarle, seguro. Pero no, simplemente le miraste a los ojos y le dijiste algo... No sé que fue, pero no debió gustarle, porque te empujó. Tú gritaste ''¡Sabes que es verdad!'' y, esta vez, era ella la que corría. Me fijé en tu cara, vi como sonreíste, como un maniaco... Sentí asco, sentí miedo... Decidí irme de allí.
-Ah... la recuerdo... ¿Quieres saber qué le dije? Le dije: ''nunca volverá, jamás''. Ella tenía motivos para correr... Supongo que si estás aquí es porque sabes perfectamente que no mentí...
-Sí, lo sé... Lo llevo sabiendo desde hace unos días... A partir de aquella mañana me dediqué a localizarte y observarte todos los días... Siempre parabas a alguien por la calle, les mirabas, les decías algo, algo que les cambiaba la expresión... Hubo quien lloró en tu hombro, algunos incluso te abrazaron, pero normalmente te insultaban o corrían; su expresión solía ser de verdadero miedo y la tuya, invariable, una sonrisa... una sonrisa cruel, de loco...
››Empecé a temerte, pero, a su vez, la curiosidad era cada vez mayor... Quise saber cuáles eran tus palabras, por qué la gente reaccionaba así antes ellas, quise acercarme más... Y eso hice. Una tarde empezaste a hablar a una señora, no sé si la recordarás: era muy anciana, con una mirada cargada de bondad... me dio pena que te acercaras a ella. Os sentasteis en un banco y yo me senté en el de al lado y te escuché... "...que es duro, pero debes creerme: van a morir pronto, un accidente de coche. No va a ser fácil, ni mucho menos justo, pero vas a sobrevivir a tus hijos. Lo supe desde que te miré a los ojos, es extraño, sí, pero puedo ver tu futuro. No espero que me creas, sólo que aproveches estos últimos días que les quedan a tus hijos". Ella lloraba, te había creído, tú tenías aquella expresión que he llegado a odiar. Yo también te creí, al fin y al cabo todo encajaba.
››Durante un par de días más te seguí, te escuche relatar a aquel hombre el día de su muerte y cómo convenciste a aquel chaval de que su novia le engañaría... Escuché salir de tus labios muchos negros futuros, siempre con aquella sonrisa. Finalmente decidí que tenía que ver tu casa, que aquí encontraría más respuestas. Ayer te seguí hasta aquí y hoy me he colado. No había estado más asustada nunca, pensaba que estarías esperándome, que lo sabrías. Pero he entrado... he visto todos esos espejos rotos, todas las fotos recortadas... El olor a soledad. Y luego... bueno, luego supongo que has llegado tú.
-Sí... Y lo cierto es que no has sido una sorpresa agradable. Lo creas o no, no sabía que estarías aquí, así que comprenderás lo del golpe.
-Sí, pero... no lo entiendo ¿Por qué tanto espejo roto? ¿Por qué tanta fotografía recortada? ¿Por qué regalas a la gente un don que te niegas a ti mismo?
-¿Por qué? Es simple: Quiero verles sufrir, quiero que se sientan como yo me sentí, que teman a su propia vida, que pierdan la esperanza...
-Y... ahora... ¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué...?
-Bueno... Podría hablarte sobre ti, pero tampoco queda mucho que decir... No sé... Te veo ahí, atada a la silla, y pienso que no hace falta ser yo para saber qué va a pasar ahora.
Nostalgia: ayer por ti, hoy por lo que fuimos, mañana por el sentimiento.
Están todos igual, gracias por preguntar.
Recuerdo cantar por la calle. Un hospital envuelto en la niebla es algo muy tétrico. Ésto tiene que ser verdad, me lo ha dicho un niño. Ésto es mentira, lo he dicho yo. Una mujer me pregunta si quiero leer sobre la palabra de Dios. Está coja y viuda. Lo veo en sus ojos. Necesita un abrazo, no un adepto. Tal vez de su hija. Yo tengo prisa. La pena conlleva amabilidad, por poco que me guste. La puerta está cerrada. Alguien descubre mi crímen, pero me encubre. Siempre es mejor un cómplice que un testigo.