Ella, definitivamente, no era una chica corriente. Ella era de esas pocas personas a las que miras dos veces. La primera por casualidad, la segunda para cercionarte de que es cierta. No era sólo su belleza, era su forma de vivir, de estar en el mundo. La podías ver sentada en el suelo de un vagón de metro, con los labios apretados en una expresion preocupada, mirando fijamente un cuaderno lleno de garabatos. La podías ver subida a los lugares más extraños, mirando al horizonte, respirando otros aires. Podías verla en cualquier lugar, cantando, silbando, rara vez sonriente. Podías verla en cualquier lugar, pero siempre tenías que mirar dos veces. Ella, definitivamente, no era una chica corriente. Lo sabía. Y le encantaba.
mentiras
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