Pinto un corazón con el dedo,
cada mañana,
sobre cristales empañados.
Pinto un corazón deshecho
y no queda nada
cuando en él pongo mi mano.
Día a día despierto
con los ojos aún cerrados
(se abren al chocar el alma
con los cristales empañados)
y, como siempre, el reto
de mirar a la cara
de este mundo distorsionado.
De nada sirve la visión
cuando nada se ve claro,
para nada es la voz,
que cambio por mudos gestos
(incomprensibles al otro lado)
o por transparentes palabras
escritas en cristales empañados.
Para nada...
Las piezas que siempre faltan
están en ese mundo extraño
y sólo queda terror.
Al final siempre vuelvo
a borrar corazones pintados,
en la mañana,
por mi mano muertos
sobre los cristales empañados.
cada mañana,
sobre cristales empañados.
Pinto un corazón deshecho
y no queda nada
cuando en él pongo mi mano.
Día a día despierto
con los ojos aún cerrados
(se abren al chocar el alma
con los cristales empañados)
y, como siempre, el reto
de mirar a la cara
de este mundo distorsionado.
De nada sirve la visión
cuando nada se ve claro,
para nada es la voz,
que cambio por mudos gestos
(incomprensibles al otro lado)
o por transparentes palabras
escritas en cristales empañados.
Para nada...
Las piezas que siempre faltan
están en ese mundo extraño
y sólo queda terror.
Al final siempre vuelvo
a borrar corazones pintados,
en la mañana,
por mi mano muertos
sobre los cristales empañados.
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