November 2010 Archives

rincones

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Vomité a chorros la nostalgia que en otro tiempo fue mi escudo. Con las manos manchadas pinté una historia en las paredes de mi mente, hablaba de lunas rotas y de tú y yo. Siempre de tú, tú o tú y yo. Sólo soy un mentiroso cuyo mayor mérito es mentir. Un mentiroso que se deja envolver por sus mentiras. Un luchador que finje rendirse por no verse vencido. Pero esta noche no. Esta noche cerillas, un cohete y la Luna.

instantes (III): rutinas

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Élla está sentada en la tercera fila de la derecha, asiento de pasillo. Él en la cuarta de la izquierda, asiento de ventana. Élla abre los ojos. Él cierra el libro. Élla coge su bufanda roja, junta los extremos y la pone alrededor de su cuello. Él coge su palestino rojo y pasa cada extremo por detrás de su cuello. Élla se pone su abrigo marrón y se levanta. Él se pone su chaquetade cuero y se la abrocha minuciosamente. Élla avanza hacia la puerta y solicita la parada. Él se levanta y avanza hacia la puerta. Élla da saltitos divertidos, intentando conservar el equilibrio. Él se agarra a la barra, intentando conservar la dignidad. Élla baja. Él sonríe y baja. Expertos en compartir el destino sin cruzar los caminos.

desmaquillador

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La vida transcurría con su habitual, pero curioso, sentido de la oportunidad. Mike Renton llevaba meses sin salir de casa. Nunca hubiera imaginado que al poner un pie en la calle le caería encima un meteorito. Relleno de piruletas.

Nudos

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He visto en sus caras
extrañas muecas
que no son sino sonrisas
que les han sido impuestas
para llevar a la nada
la voluntad de sus vidas.

He visto simples ovejas
que tejen con su lana
los hilos de los que tiran
los titireteros que las atan,
aquéllos que manejan
la voluntad de sus vidas.

He visto títeres colectivos,
estúpidos y cobardes,
guiados por la voluntad
de quienes se creen grandes
hacia un mismo destino:
la esclavitud sin final.

He visto a guerreros conformarse
y, dejando la lucha en el olvido,
su ardiente bandera apagar,
llorar y finjirse heridos,
querer lo que odiaron antes:
la esclavitud sin final.

He visto marionetas mentirosas
que, con máscara de atrevimiento,
proclaman saber elegir
y en su interior guardan miedo,
pues ni pueden ni quieren tal cosa,
tan sólo quieren huir.

He visto esclavos contentos
de hoy cavar profundas fosas
que serán mañana su fin,
pues ven la esperazanza borrosa
a través de su impuesto velo,
tan sólo quieren huir.

He visto a quienes tienen la culpa
llenar, día a día, este mundo,
llamarse entre sí hermanos
y destruirse a cada segundo,
mostrando la esencia pura,
mostrando qué es ser humano.

He visto que no hay futuro,
porque, sin ninguna duda,
también están atadas mis manos
y, si en las tuyas buscas,
verás los mismos nudos
mostrando qué es ser humano.
Nudos for blog.jpg

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Todos, como humanos, hemos desarrollado una increible capacidad de mirar hacia otro lado. Unos apartan lo que les molesta, otros huímos de una realidad que nos parte el alma.

cenizas

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Diane llevaba unos cuantos días frente a aquella ventana. Mientras apuraba un cigarrilo tras otro, miraba, con expresión indolente, como se movía el mundo. ''Lentamente...'', pensó. Había empleado las cuatro últimas horas en perfeccionar su técnica de hacer aros con el humo; ahora se dedicaba a ver salir un aro tras otro por la ventana. Apagó otro cigarro. La empatía la había carcomido mucho tiempo y, poco a poco, había ido convirtiéndose en apatía, una apatía que la rellenaba, que ocupaba cada vacío. Encendió otro cigarro, aspiró lentamente y liberó por la ventana otro aro, que arrastró la corriente. A sus pies, en el alféizar y en su regazo se acumulaban docenas de colillas. Hacía tiempo que no lloraba... Hacía tiempo que no le dedicaba tiempo a la existencia en general. Cada vez que exhalaba humo se decía ''Diane, Diane, Diane...'', para ayudarse a recordar su nombre. Siempre temió perder la pasión, ahora ya no temía nada. Ya no le quedaba nada que temer. Ni la soledad, ni el desinterés, ni la desesperanza, ni la autodestrucción. Sólo la muerte. Se levantó. Se asomó por la ventana, hasta la cintura. Sintió el viento frío cortándole la cara, susurrándole ''Diane, Diane, Diane...''. Se mantuvo así unos segundos. Sólo la muerte. Sin dejar de mirar al exterior volvió a sentarse. Encendió un cigarro. ''Diane, Diane, Diane...''.