duele

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Aquel no era el mejor día en la vida de Conrad Thompson. Lo cierto es que eres absolutamente estúpida y molesta. No es la mejor manera de dirigirse a una conocida con el que compartes el día a día. Pero es buena. La verdad duele, pero duele más una patada en las pelotas. Que se lo digan a Conrad. Pero duele más un hachazo en las costillas. Y Conrad está aquí para demostrárselo a su interlocutora. Venga, Conrie, solo era una patadita, que no se acaba el mundo. En unos minutos en el suelo queda un vago recuerdo de lo que fue la encantadora Shandy Callahan. Conrad quiere algo más, hoy su cerebro se ha tomado el día libre, ha tenido demasiado de todo y de todos. En el pasillo la gente grita. No es esa forma de arrastrar los pies. No es el hacha ensangrentada. No es la camisa de leñador rasgada. No es la sonrisa de loco. Son esos ojos de impasibilidad, como si nada extraño sucediese. Son esos tajos todo lo contrario de limpios, como ser cercenado con un martillo. Y todo acaba. Conrad se va del lugar empapado de venganza. El mundo nunca se acaba. Correr relaja.

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