Despierto con la cama cubierta por mis propias heces. Día a día, a cada rato, hay más y las puertas están cerradas. Cruzo el semáforo con los ojos cerrados. Decido apilar la mierda a un lado de la habitación. No sirve, vaya a donde vaya, acabado manchado. Descubro que comérmela tampoco es la solución. Esta manera de cruzar es complicada. Es una estupidez que rara vez consigo llevar a cabo. Es esa estupidez que me salva de mi 5% de trastorno mental peligroso. Lo que evita que salga desnudo a la calle gritando que no hay futuro y matando a monstruos invisibles con mala cara. Es mi equilibrio. Estoy desequilibrado. La mierda ya cubre la habitación hasta las rodillas. Normalmente abro los ojos a la mitad, asustado. Otras veces lo logro. No quiero morir, no es eso; quiero sentir cómo es saltar al vacío. Sólo es mi 5%. Al final decido dedicarme a algo poético y escribo tu nombre en la pared. Y un pequeño haiku. Todo de un marrón intenso.
La noche cae aquí
entre rayos de vida,
gilipolleces.
entre rayos de vida,
gilipolleces.
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