Verano. Escalofrío. Después del tic siempre va el tac. Tanto lo había repetido. Josh nunca comprendió el verdadero significado. Tac. Qué siniestro sonaba desde tan cerca. Tac. Así que vuelta a casa. Josh siempre sintió seguridad con su cinturón. Ahora tocaba volver a casa. Con los cristales de la luna clavados en la piel. Bajo las llamas del depósito. A rastras. Contemplándo su seguridad. La culpa no es de nadie. Lo recordaba de aquel embarcadero azul. Hermosa simetría. O, al menos, simetría. Paró. Escupió sangre. Miró atrás. El denso humo negro se fundía con las nubes. Siempre se creyó capaz de conducir. Siempre con su cinturón. No comprendía nada. Ni cómo. Ni cuándo. Ni por qué. Sólo podía preguntarse qué pasaba en el otro extremo del mundo. ¿Seguía existiendo un eje de simetría? ¿El asfalto se manchaba de sangre en el otro extremo del mundo? No sabía nada.
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