Nunca podré dejar de preguntarme en qué piensa un anciano sentado en un banco. Nunca podré dejar de pensar en todos los segundos que paso pensando. Si volviese, volvería a caer en las mismas deliciosas contradicciones, en todos los tropiezos. Si no tropezase, lo intentaría. Sigo la suave estela que me guía a otro profundo viernes. Nunca podré olvidar cada segundo que no olvido. Nunca podré no esperarlo. Y, si volviese, volvería a caer en el mismo precioso mar. Y ahogarme. Si no me ahogase, bucearía hasta perder el aire. Me da igual. Exactamente igual.
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