calor

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Despertó sobresaltada. Sin ningún motivo. Cinco cero cero a eme. La luna se reía por la ventana. Aquél no era el mejor día en la vida de Edith Green. Pero no era el peor. Ni de lejos. Edith se ataba los cordones cuando una sonrisa estúpida la asaltó. Siempre había dicho que prefería las sonrisas estúpidas a las amargas. Más efectivas. Excepto por el regusto a estupidez que le dejaban. Por la calle las papeleras se reían de ella. Sabía que podía vencerlas. Nunca se había atrevido porque eran muchas. Se estaba haciendo mayor. Nadie que la viese lo imaginaría. Su sonrisa siempre parecía muy cálida. Nadie nunca imaginaría a Edith Green. Yo sí.

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