-Está
bien, llevo unos días siguiéndote, pero suponía que ya lo
sabrías... Todo empezó hará unas semanas... Aquella mañana yo
volvía a casa y vi... me fijé en cómo te quedabas mirando a
aquella señora que bajaba del autobús. Me fijé en tu cambio de
expresión... Como nuestros caminos coincidían me fijé en cómo la
seguiste. Tu nerviosismo me inquietó, esa forma de mirarla, la
manera que tenías de andar tras ella, como acechando... Llegué a
preocuparme por aquélla señora, pero, repentinamente, la empujaste
con violencia justo un segundo antes de que aquella viga cayese en su
cabeza. ¿Lo recuerdas, verdad? Después saliste corriendo, como
poseído, como asustado... No lo comprendí, me dije que tendría
alguna explicación lógica, que yo estaba demasiado cansada, me fui
a casa...
››No
volví a pensar en ello, pero unos días después te vi; llevabas esa
gabardina deshecha, parecías perdido, pero caminabas con mucha
decisión... No sé, hubo algo extraño en tu forma de moverte que me
impulsó a seguirte, a ver si esta vez sucedía algo... Vi que te
detenías en aquel semáforo, aun estando en verde, y te quedabas
mirando al infinito, absorto. Yo me senté en un banco a observarte,
sabía que algo iba a pasar, no te ofendas, pero levantabas cierto
aire de sospecha. De repente tu expresión cambió, te giraste y te
quedaste mirando fijamente al niño que salía de la panadería... Si
él hubiese visto tus ojos no creo que se hubiese puesto a tu lado en
el semáforo. La luz del semáforo se puso verde una vez más y tú
agarraste a aquel niño por la capucha del abrigo, impidiéndole
andar... Entonces pasó aquel coche a toda velocidad, perseguido por
la policía, tú soltase al niño, que lloraba a gritos, y te
marchaste, igual que la primera vez. Intenté seguirte, pero, con
toda aquella gente alarmada por el chaval, me fue imposible seguirte
el ritmo. Corres como un loco... ¡Yo sólo quería descubrir por
qué! Te había visto dos veces y dos veces habías sido un salvador
anónimo.
-Que
tierno suena viniendo de ti... ¿Te importa si fumo? Bueno, qué te
va a importar... estamos en mi casa. Cuéntame cómo cambiaron las
cosas... Porque algo cambió, ¿verdad?
-Sí,
algo cambió... A partir de aquella mañana te empecé a buscar por
las calles, me resultaba fascinante tu forma de actuar... Y también
un misterio ¿Cómo sabías lo que le iba a pasar a esas personas?
››Esa
misma tarde te volví a ver. La situación era distinta... Habías
parado en medio de la calle a una chica, más o menos de mi edad. De
repente sentí miedo por ella... algo malo iba a pasarle, seguro.
Pero no, simplemente le miraste a los ojos y le dijiste algo... No sé
que fue, pero no debió gustarle, porque te empujó. Tú gritaste
''¡Sabes que es verdad!'' y, esta vez, era ella la que corría. Me
fijé en tu cara, vi como sonreíste, como un maniaco... Sentí asco,
sentí miedo... Decidí irme de allí.
-Ah...
la recuerdo... ¿Quieres saber qué le dije? Le dije: ''nunca
volverá, jamás''. Ella tenía motivos para correr... Supongo que si
estás aquí es porque sabes perfectamente que no mentí...
-Sí,
lo sé... Lo llevo sabiendo desde hace unos días... A partir de
aquella mañana me dediqué a localizarte y observarte todos los
días... Siempre parabas a alguien por la calle, les mirabas, les
decías algo, algo que les cambiaba la expresión... Hubo quien lloró
en tu hombro, algunos incluso te abrazaron, pero normalmente te
insultaban o corrían; su expresión solía ser de verdadero miedo y
la tuya, invariable, una sonrisa... una sonrisa cruel, de loco...
››Empecé
a temerte, pero, a su vez, la curiosidad era cada vez mayor... Quise
saber cuáles eran tus palabras, por qué la gente reaccionaba así
antes ellas, quise acercarme más... Y eso hice. Una tarde empezaste
a hablar a una señora, no sé si la recordarás: era muy anciana,
con una mirada cargada de bondad... me dio pena que te acercaras a
ella. Os sentasteis en un banco y yo me senté en el de al lado y te
escuché... "...que es duro, pero debes creerme: van a morir
pronto, un accidente de coche. No va a ser fácil, ni mucho menos
justo, pero vas a sobrevivir a tus hijos. Lo supe desde que te miré
a los ojos, es extraño, sí, pero puedo ver tu futuro. No espero que
me creas, sólo que aproveches estos últimos días que les quedan a
tus hijos". Ella lloraba, te había creído, tú tenías aquella
expresión que he llegado a odiar. Yo también te creí, al fin y al
cabo todo encajaba.
››Durante
un par de días más te seguí, te escuche relatar a aquel hombre el
día de su muerte y cómo convenciste a aquel chaval de que su novia
le engañaría... Escuché salir de tus labios muchos negros futuros,
siempre con aquella sonrisa. Finalmente decidí que tenía que ver tu
casa, que aquí encontraría más respuestas. Ayer te seguí hasta
aquí y hoy me he colado. No había estado más asustada nunca,
pensaba que estarías esperándome, que lo sabrías. Pero he
entrado... he visto todos esos espejos rotos, todas las fotos
recortadas... El olor a soledad. Y luego... bueno, luego supongo que
has llegado tú.
-Sí...
Y lo cierto es que no has sido una sorpresa agradable. Lo creas o no,
no sabía que estarías aquí, así que comprenderás lo del golpe.
-Sí,
pero... no lo entiendo ¿Por qué tanto espejo roto? ¿Por qué tanta
fotografía recortada? ¿Por qué regalas a la gente un don que te
niegas a ti mismo?
-¿Por
qué? Es simple: Quiero verles sufrir, quiero que se sientan como yo
me sentí, que teman a su propia vida, que pierdan la esperanza...
-Y...
ahora... ¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué...?
-Bueno...
Podría hablarte sobre ti, pero tampoco queda mucho que decir... No
sé... Te veo ahí, atada a la silla, y pienso que no hace falta ser
yo para saber qué va a pasar ahora.