La gente disfruta palabras que mis oídos no comprenden. Soy incapaz de gritar nada que la gente escuche. Si alguien oyese mi voz pensaría que me he vuelto loco. Siempre es mejor ser loco. Mejor que estar loco. Mejor que ser un loco. Siempre es mejor ser loco. Otros son cuerdos y nadie se queja. Las piedras de mi alma sólo llueven las mañanas de luna llena. Siempre sobre mi tejado. Siempre sobre mojado. Supongo que porque sigo esperando. Esperando a que a la vuelta de la esquina aparezca un deseo cumplido. Unos ojos que brillan todas las mañanas de luna llena, sobre mi, como piedras. Supongo que porque soy gilipollas. Soy loco. Si sus hijas supieran en lo que me convierto cada segundo que escribo estas cosas. Si lo supieran. Si lo supieran seguirían sin saber quién soy. Si lo supieran. Seguirían sin querer nada de mí. Nada conmigo. Así que cálmense, madres. Soy loco. No hay peligro.
January 2010 Archives
Enciendo un cigarro. Existe una peculiar leyenda urbana sobre unas fiestas muy peculiares. Ácido nítrico, 35 mililitros, listo, tan sencillo como limpiador de impresora. En dichas fiestas los ricachones y ricachonas aburridos se soban y se mancillan los unos a los otros, hasta la saciedad. Mercurio, 5 gramos, listo, no me hacen falta esos termómetros. Aspiro el humo. Fiestas, por cierto, de disfraces, anonimato asegurado. Remover con una vara de cristal hasta que la mezcla adquiera un tono verdoso. Sólo necesitas una máscara de animal y un traje de lo que quieras. Noto como el humo se introduce en mis pulmones. Agregar la mezcla lentamente a un vaso con 30 mililitros de etanol, listo, tan sencillo como acabar esa botella de absenta entre la mezcla y yo. También, por supuesto, necesitas saber el lugar donde se celebra la fiesta. Noto como el benzopireno entra en mi organismo. Hervir durante cuarenta minutos hasta que el humo pase de rojo a blanco. A las famosas veinteañeras se les va la lengua con los tipos deshechos. Añadir 30 mililitros de agua destilada, listo, el aire acondicionado también es útil en invierno. Cara de perro y cuerpo de drácula, burdamente refinado. Filtrar los cristales resultantes y lavar con agua destilada sucesivas veces. Noto como el benzopirento cambia a diolepóxido de benzopireno. Un mayodormo con cara de pato custodia la entrada. Depositar los cristales en un recipiente vítreo. Noto como el diolepóxido de benzopireno se pega a mi gen P 53, por tres partes. Conejos follando con serpientes follando con osos follando con zebras follando con gatos follando con ranas follando con ciervos follando con perros follando con conejos, todos muy guapos. Enciendo otro cigarro. Utilizar el fulminante de mercurio con extrema precaución. Aspiro el humo. Añadir una pequeña chispa para la detonación. Apago el cigarro. No les da tiempo a gritar.
Tomé una decisión salomónica. Ahora mis visceras se esparcen por el suelo, lo acepto. Estoy en dos sitios a la vez. A la vez que no estoy en ninguno. No estoy en ningún sitio. Intento estar en dos. Dos sitios. Un sujeto. Visceras por el camino. No es sencillo vivir cuando tienes que tener cuidado de no pisarte el intestino delgado cuando sales a pasear. O cuando tienes que fijarte bien en qué parte del cerebro coges por la mañana. O cuando la gente dice que le eches dos cojones, qué graciosos. La luna que sale a las cuatro de la tarde si que sabe. O quizá sólo se ha perdido. Ubicuidad es la solución, me dice Dios desde las nubes. Pero Dios no existe. No a vuestra manera. Y si existiese no se parecería en nada a mí. ¿Cómo desea autodestruirse hoy? Sin plomo. Y un mechero.
Voy a comprarme una guitarra y una peluca rubia desaliñada y voy a ser el nuevo ídolo musical. Y mártir, cuidado con despreciarme, no vayas a ser cruel. Voy a comprarme tres kilos de betún y un set de ideas bonitas, pero inútiles y voy a ser el nuevo rey del mundo. Y negro, cuidado con despreciarme, no vayas a ser racista. Voy a comprarme una corona de espinas. Y unas sandalias. Y voy a salvar el mundo.
Aquel no era el mejor día en la vida de Conrad Thompson. Lo cierto es que eres absolutamente estúpida y molesta. No es la mejor manera de dirigirse a una conocida con el que compartes el día a día. Pero es buena. La verdad duele, pero duele más una patada en las pelotas. Que se lo digan a Conrad. Pero duele más un hachazo en las costillas. Y Conrad está aquí para demostrárselo a su interlocutora. Venga, Conrie, solo era una patadita, que no se acaba el mundo. En unos minutos en el suelo queda un vago recuerdo de lo que fue la encantadora Shandy Callahan. Conrad quiere algo más, hoy su cerebro se ha tomado el día libre, ha tenido demasiado de todo y de todos. En el pasillo la gente grita. No es esa forma de arrastrar los pies. No es el hacha ensangrentada. No es la camisa de leñador rasgada. No es la sonrisa de loco. Son esos ojos de impasibilidad, como si nada extraño sucediese. Son esos tajos todo lo contrario de limpios, como ser cercenado con un martillo. Y todo acaba. Conrad se va del lugar empapado de venganza. El mundo nunca se acaba. Correr relaja.
Me divierte la forma que tienen las grandes empresas de anunciar sus promociones. Como si supusiesen un gran sacrificio. Como si acercase sus cuentas a los números rojos. Por la compra de dos productos le regalamos el tercero, por ésto nuestros directivos no van a cenar durante dos meses. Cincuenta por ciento de descuento en mas de treinta mil productos, la hija del director general ha dejado sus clases de equitación y ha empezado a comerciar con su cuerpo. Todos los productos al setenta por ciento de descuento, sólo esta semana, la mujer de nuestro principal accionista ha tenido qe vender un pulmón y las córneas en el mercado negro. Dos por uno en comestibles, los empresarios se mueren de hambre.
La naturaleza nunca me sentó bien,
perdido entre flores nunca supe qué hacer.
Así que escapé de los bosques,
volví a la ciudad,
quería recuperar mi fe,
persequir la noche,
acariciar cristales rotos...
el brillo de las lunas... de los coches.
Quiero respirar frialdad,
atragantarme con los despojos
de malgastados manjares.
Romper el asfalto al bailar
con el ruido de las luces de los bares
y vuelvo a casa de rojo,
rojo, sangre, felicidad.
Pues nunca busqué la paz,
a mi vida le gusta el rojo,
rojo, sangre, felicidad,
roto, temeridad y mares
de espinas sin arrancar.
Pues nunca busqué la paz
y, si la quiero, miro sus ojos,
el resto no es para mí,
es aburrido,
no tiene males,
no tiene trozos
de corazón recién cosido
con retales de lo que viví,
soy un héroe sólo
que aun con pañales
ha sobrevivido a un mundo sin fin,
que nadie me rescate,
puedo con todo,
sólo me daña si te pasa a ti.
Que nadie me saque,
me gusta el rojo,
el aburrimiento tiene color infeliz.
perdido entre flores nunca supe qué hacer.
Así que escapé de los bosques,
volví a la ciudad,
quería recuperar mi fe,
persequir la noche,
acariciar cristales rotos...
el brillo de las lunas... de los coches.
Quiero respirar frialdad,
atragantarme con los despojos
de malgastados manjares.
Romper el asfalto al bailar
con el ruido de las luces de los bares
y vuelvo a casa de rojo,
rojo, sangre, felicidad.
Pues nunca busqué la paz,
a mi vida le gusta el rojo,
rojo, sangre, felicidad,
roto, temeridad y mares
de espinas sin arrancar.
Pues nunca busqué la paz
y, si la quiero, miro sus ojos,
el resto no es para mí,
es aburrido,
no tiene males,
no tiene trozos
de corazón recién cosido
con retales de lo que viví,
soy un héroe sólo
que aun con pañales
ha sobrevivido a un mundo sin fin,
que nadie me rescate,
puedo con todo,
sólo me daña si te pasa a ti.
Que nadie me saque,
me gusta el rojo,
el aburrimiento tiene color infeliz.
Recuerdo que recordaba una melodía. Ya no la recuerdo. Recuerdo que la seguía con el dedo en el aire que separa el colchón del suelo. Después recuerdo arcadas y el final. Los sueños nunca acaban como esperas. Recuerdo una hora que no debería estar ahí. Recuerdo estar mas perplejo que asustado. Recuerdo que la cafetera me susurraba su ploploplop. Llegas tarde. Plop. Llegas tarde. Plop. Otra vez. Plop. Llegas tarde. El café nunca tuvo una conversación muy amena.
Recuerdo cantar por la calle. Un hospital envuelto en la niebla es algo muy tétrico. Ésto tiene que ser verdad, me lo ha dicho un niño. Ésto es mentira, lo he dicho yo. Una mujer me pregunta si quiero leer sobre la palabra de Dios. Está coja y viuda. Lo veo en sus ojos. Necesita un abrazo, no un adepto. Tal vez de su hija. Yo tengo prisa. La pena conlleva amabilidad, por poco que me guste. La puerta está cerrada. Alguien descubre mi crímen, pero me encubre. Siempre es mejor un cómplice que un testigo.
Recuerdo cantar por la calle. Un hospital envuelto en la niebla es algo muy tétrico. Ésto tiene que ser verdad, me lo ha dicho un niño. Ésto es mentira, lo he dicho yo. Una mujer me pregunta si quiero leer sobre la palabra de Dios. Está coja y viuda. Lo veo en sus ojos. Necesita un abrazo, no un adepto. Tal vez de su hija. Yo tengo prisa. La pena conlleva amabilidad, por poco que me guste. La puerta está cerrada. Alguien descubre mi crímen, pero me encubre. Siempre es mejor un cómplice que un testigo.
Martes de enero, debería hacer frío. En la biblioteca el calor es tan
alto y espeso que algunos se plantean avanzar a machetazos. Seguro que
los machetes se mellarían. Además hay un molesto sonido que no sabría
si definirlo como clap o como plap. Después de horas de investigación
encuentro la causa del calor: la combinación de unas cuarenta mujeres
entre los 16 y los 30 años y el factor de inflexión. El factor de
inflexión son unos ojos azules pegados a un guaperas rubio con camisa a
rayas. El cabrón debe ser ingeniero además. Y seguro que se llama Baron
Von Muchaverga. O Jean-Claude de là ostia III. O Howard Powerfull. O
Sergei Rabosky. Algunos nos conformamos con llamarnos Luis, Koldo en
algunas ocasiones, y cultivar la envidia sana. Y copiar lo que ya está
hecho con la esperanza de crecer. Así no se puede estar en una
biblioteca. Sigo sin encontrar el causante de ese molesto clap plap.