Ayer volví a caer. Por suerte me detuvo el suelo.
August 2010 Archives
El mundo esta lleno de tiburones. Tiburones que te atacan mientras intentas mirar algo tranquilamente en una tienda. Tiburones que no frenan. Tiburones que te empujan. Te pitan. Te gritan. Te pisan. Ni una puta buena cara. También hay rayos de luz. Que sonríen y hablan idiomas extraños. Yo agito la cabeza por la calle. Yo subo los escalones de dos en dos. Pero no se lo contéis a nadie.
que sueña
con moribundos polluelos,
muere de hambre.
Y en una esquina de este cielo
dejan que ladre
un perro.
Nunca se hace tarde,
nunca se está lejos,
cero,
¿cobarde?
Olvido para reflejos.
La destrucción añade
matices al miedo
y hay cuerpos
sin vida,
sin risa,
sin sueños
o con todo ello.
Existe,
y no existe llave,
una puerta viva
(destello);
sin bisagras ni pomo
que aúlla, pues sabe
que no es muro
ni salida
(llora triste).
Zigzag, claroscuro,
el caos es poco
(demasiado grande),
las ideas arden,
hundidas
en un humo centelleante.
Hay un gato ciego
que sueña grises
visiones de todo
(arde el mundo),
que quema la herida,
que sangra la pira.
El viento ES SANGRE,
la VOZ escucha,
EL ojo ríe
(brilla y se distrae).
El núcleo se difumina
en el lodo
(profundo).
Nada es nada.
Hay sonrisas que pueden describirse como ominosas. Hay malos momentos. Para qué mentirnos. Cada vez más. Hay un satélite no artificial orbitando. No deja de mirarme. Hay momentos en los que desearía. Pero me contengo. Hay un futuro bueno esperando. Pero hay presente. Y hay una sabía que me dijo una vez: ''acepta, no esperes''. Hay veces en las que me declaro incongruente. Hay motivos para no explicar por qué. Hay kilotones de conceptos que no comprendo y no voy a comprender. Hay una cosa que se llama aceptar, gilipollas, hemos hablado de ello hace unas cuantas palabras. Hay días de soledad que pesan como los dieciocho años anteriores. Pero los hay peores. Hay esperanza. Demasiada. Hay aceptación. Pronto habrá más. No hay...
Un restaurante. Mesa para tres. Todos con zapatillas de bolera. Cazuelas por el suelo. Un gato camina por el techo. Carta de vinos. Tres botellas. Dos primeros platos. Discusión. Un primer plato más. El gato observa atento desde el otro lado de la sala. Subido a la lámpara. Vigilante. Un bebé con zapatillas de bolera. Con un ridículo gorro de chef. Recoge cazuelas. Maldice. Jodida juventud. Ruido de fondo. Música indescifrable. Una pareja joven. Con zapatillas de bolera. Cuentan hasta tres. Se levantan y corren. Saltando por encima de las mesas. El bebé maldice otra vez. Una cazuela alcanza la nuca de ella. Él continúa corriendo. Sin mirar atrás. Como Orfeo. El gato sonríe desde la mesa cuatro. Ella escupe sangre. Se arrastra. Retiran el primer plato. Cuatro segundos platos. Discusión. Vino derramado. El chef maldice. Cuatro segundos. Un anciano entra en el restaurante. Con zapatillas de bolera. Pasa por encima del cadáver de ella. Mesa para uno. El bebé limpia la sangre de las cazuelas. La cuenta. ¿Por favor? No, la cuenta. El gato se calza sus zapatillas de bolera. Sube a la mesa. Defeca en los platos. El anciano sonríe. Se desabrocha la camisa y muestra un sinfín de cicatrices. Será mejor que os acabéis el plato. El gato muestra sus uñas. Llenas de grasa. El bebé sonríe. Jodida juventud. Cualquier parecido con la realidad es una pena.
Llevaba días en aquel desierto. Piedras. Suelo seco. Seguía sin entender cómo llegué allí. Seguí caminando. No había otra alternativa. A ratos sentía. Llegué a sentir que había salida. Que acabaría. Otros días sólo podía pensar en el desierto. Y otros en vidas pasadas. A ratos bien. A ratos mal. A ratos fatal. Cada pequeño charco de lluvia me hacía pensar en un oasis. Deja de soñar, me dije. Ojalá.
Volver a encontrarte en sueños. Desatino. Desbordado. Despertarme asqueado. Esa niña cogiendo la mano de su madre en el metro. Dándole fuerzas. Un loco gritando solo. Otro día gris. Mil muertos más hoy. Imágenes que no salen de mi mente. Desánimo. Desilusión. Descafeinado. Otra vez esa canción que tanto me gustaba. Autotortura. Los besos apasionados de las peliculas. Decirme un día más que tengo que escribir algo que no me decepcione. Desdicha. Deslocalización. Deseos. Desidia. Desesperanza.
Sigue caminando como si nada pasara. Con una sonrisa. En un día nublado. Te duele todo el cuerpo. Pero sigue adelante. Al final caiste sin que nadie te enseñara a hacerlo. Sigue caminando. Ponte las gafas. Esas con las que adoptas esa máscara de indiferencia. Que tapan cualquier atisbo de sentimiento. No vaya a ser que te veas reflejado. Y tengas cara de pena.
Nostalgia: ayer por ti, hoy por lo que fuimos, mañana por el sentimiento.
Nostalgia: ayer por ti, hoy por lo que fuimos, mañana por el sentimiento.
Dave estaba tumbado. Se sentía extraño mirando al cielo de Madrid. Aquel día no tenía color. Un cielo azul en blanco y negro. Unos ojos azules que reflejaban las luces del metro. En dos rectas secantes. Un susurro le recorría los oidos cuando cortaba el aire a cierta velocidad. Hablaba sobre continuar. Sobre despertar siendo consciente de la verdad. Sobre golpear el suelo. Y seguir adelante. Limpiándose la sangre de la cara. Sobre olvidar el pasado. Sobre dejar de mirar al futuro. Dave empezaba a comprender. Aunque aun no sabía el qué.
Velocidad. Mucho de lo que huir. Pocas ganas de mirar atrás. Rodando cuesta abajo. El suelo vibra. Aprendiendo solo. A caer. Y a levantarme. Las ostias duelen menos cuando nadie te sujeta. Pero son más abundantes. Rodando. Velocidad. Perdido en la música. Y el Retiro huele a rockabilly y a un blues algo triste. Un día más, Metro de Madrid invita al trayecto. Me siento bien.
Una vez más
duele la soledad,
se ahogan las palabras,
el cielo se vuelve azul
y me asfixia respirar
un aire de yo sin tú.
Duele mirar atrás,
y verte
y no mirar...
y verte.
Aun lloro,
mirando el mundo por un cristal,
aun lloro,
volviendo a vivir en casas de sal.
Polvo al polvo,
tiempo al tiempo, vuelvo a llorar,
aun lloro
al verme arrastrado al final.
No sólo estoy solo,
me acompaña tu fantasma
a cada paso que doy,
taciturno, de gesto hosco,
me mira desde la cama,
me susurra quien soy.
Y, al despertar, tapa mis ojos
y me susurra que hoy
ya no te he perdido, todo encaja.
Pero veo la bruma de tu rostro
y la ilusión se cae a trozos
y en mí mismo me encojo.
Sin risa, me siento otro,
no, no estoy solo,
pero no sé dónde estoy.
Agradecido por lo que hiciste,
por no quererme mentir.
Todo lo que me diste
lo guardo junto a mí,
todo lo que aprendí,
otras formas de ser feliz.
Aun puedo vivir.
duele la soledad,
se ahogan las palabras,
el cielo se vuelve azul
y me asfixia respirar
un aire de yo sin tú.
Duele mirar atrás,
y verte
y no mirar...
y verte.
Aun lloro,
mirando el mundo por un cristal,
aun lloro,
volviendo a vivir en casas de sal.
Polvo al polvo,
tiempo al tiempo, vuelvo a llorar,
aun lloro
al verme arrastrado al final.
No sólo estoy solo,
me acompaña tu fantasma
a cada paso que doy,
taciturno, de gesto hosco,
me mira desde la cama,
me susurra quien soy.
Y, al despertar, tapa mis ojos
y me susurra que hoy
ya no te he perdido, todo encaja.
Pero veo la bruma de tu rostro
y la ilusión se cae a trozos
y en mí mismo me encojo.
Sin risa, me siento otro,
no, no estoy solo,
pero no sé dónde estoy.
Agradecido por lo que hiciste,
por no quererme mentir.
Todo lo que me diste
lo guardo junto a mí,
todo lo que aprendí,
otras formas de ser feliz.
Aun puedo vivir.
Buscar estrellas fugaces. Deseos que nunca se cumplirán. Extraño. Como la sensación de tener dos sombras proyectadas en direcciones opuestas. Insólito. Dos caballos blancos mirándome. Bañados por una luna azul. Azul. Azul, como ella. No dejar de odiarme hasta que no me sangren los nudillos. Nudillos que no dejan de doler. Volver a caer. A comprender. Solo. Sólo solo. Respiración entrecortada. Nudo en la garganta. En el estómago. En el corazón. La vida me traerá más vida. Eso dicen. ¿Será posible? Ahora no sé verlo. Aprenderé. Cada vez más despacio. Un retroceso necesario.