no molestar, no,
que me cuelguen un cartel,
vuelva otro día
Date prisa. Al final te va a importar sólo a ti. Para variar. Nadie te va a devolver el tiempo perdido. Resígnate. Será el karma. Ah, no, que no existe. Y si no que le pregunten a San Agustín. O a Hartzenbush. Seguro que con ese nombre sabe de todo. Putos místicos. No me preguntes. Ni me cuentes. Ni me digas. No me interesa. Ocupado. ¿No ves el puto cartel? Claro que no. Debería ponerlo. Gente molesta en horas molestas. Metro de Madrid sigue en oferta. Noche, traeme paz y abrazos figurados.
so... bye bye, at least for a big while
Es viernes. No parece el mejor día para ser el tipo más feliz del mundo. Pero siempre me gustó llevar la contraria. En el metro parece que haya sucedido una desgracia. Y en la calle. Y parece ser que la culpa es mía. Venga, intenten sonréir, que no les cuesta nada. Al menos quítese la cara de asco para pisarme, señora. No lo van a conseguir. Yo voy a seguir sintiéndome bien. Ya sólo me queda arreglar el mundo. Voy a por ustedes.
libertad a mí,
simplemente soy feliz,
sol, brilla sin fin
Cierto tipo de cosas nunca habrían cabido aquí. Pero un sabio me dijo que la estética es para capullos. El olor a romero. La suave lluvia. Reir a carcajadas por la calle. Sin asustarme. Ver salir el sol en medio de la madrugada. Se acabó mirar al cielo. Se acabó el azul. Siempre que no venga con verde. Se acabó el vértigo. Sigo sin saber quién soy, pero ahora me da igual. Perdido y encerrado me siento bien. Todo está en su sitio.
destellos de sol
en la noche lluviosa
siento su calor
que pase el tiempo
sin dejar yo de ser yo
y después seas tú
Es fácil cabrear a alguien. No es muy complicado tener la aversión de una persona. Pero el odio de un colectivo. Institucionalizado. Le hace a uno sentir importante. Soy un cabrón sin remedio. Aposta o sin querer. Lo cierto es que es uno de esos modos de vida que no suelen cansar. Me escuece algo. ¿Será la conciencia? Ah, no, otro cuchillo. Buena puntería. Pero yo ya no sangro. Ni tengo conciencia. Odio social. Odio colectivo. Soy un cabrón sin remedio. Odio institucionalizado. Institucionalicida.
Día 108 desde la partida. El ascenso está convirtiéndose en algo infernal. Hemos perdido a unos cuantos hombres por el camino. Los que quedamos estamos mutilados. Gerald decidió comerse a su hermano. Ninguno se lo reprochamos. Hace tres días que alcanzamos la cima. Nadie se lo esperaba. Había un hombre. Trajeado. Con gafas de sol. ¿Estáis en lista? Me da a mi que con esas botas de montaña aquí no subís... Estamos esperando a que se decida a dejarnos subir. A Gerald aun le queda un poco de su hermano. Pero las provisiones escasean. Pero escasea más la paciencia. Pero no pensamos irnos por donde hemos venido.
Me senté al borde del embarcadero. Hubiera deseado que fuese una modesta construcción de tablas. Pero el progreso no se detiene. El horizonte no era más que una línea naranja y azul. Azul. Al final toda la vida transcurre desde el blanco hasta el azul. Y volver. El problema... Empecé a decirme. El problema está en nuestro cerebro. A veces decide no darse cuenta de que la vida no es justa. Y ahí estábamos, en el embarcadero, yo y yo. Miré al cielo. Esperando que existiese alguno de los dioses bondadosos de los que me habían hablado toda mi vida. Porque, si era así, podía jurarles venganza. Pero sabía que no. Que nada tiene sentido. La felicidad puede durar una hora y media. Y la culpa no es de nadie. Y éso no iba a cambiar. Por mucho que me descarnase los nudillos contra el embarcadero. La culpa no es de nadie.