A veces la respuesta la tienes frente a los ojos. O no.
April 2010 Archives
No sé hacia dónde estoy corriendo. Sólo sé que si paro y miro atrás seré yo quien desaparezca. Hay luces en el camino, pero nunca debí decidir mirarlas. Ahora sólo me queda correr. No sé hacia dónde. Quizá no me importe. Azul. Verde. Quién lo diría. Gris humo.
Quiero pedir un minuto de silencio. Por todas las víctimas del terrorismo. Por todos los soldados que mueren defendiendo su patria. Por todas las víctimas de la violencia machista. Por todas las adolescentes desaparecidas. Por todos los damnificados en el Tsunami del sureste asiático. Por todos los que murieron en el terremoto de Chile. Por toda la gente que no llegó a saber que había muerto en Hirosima. Por todos los policías que mueren en el cumplimiento del deber. Por todos los judíos del holocausto. Por todos los musulmanes del nuevo holocausto. Por todos los niños soldado asustados. Por todos aquel que muere de inanición sin salir en las noticias. Por todos los Tibetanos que sufren el régimen de China. Y también por todos los Chinos. Y por todos los niños soldado orgullosos. Por todo drogadicto muerto. Por todos los suicidas. Por todos los que se inmolan por alguna causa que consideran justa. Por todos los dictadores muertos. Por todos los nazis que murieron defendiendo su patria. Por todo asesino condenado a muerte. Por todos los judíos del nuevo holocausto. Un minuto de silencio por toda persona que haya muerto o que muera en estos momentos. Un minuto de silencio por cada muerte atroz y horrible. Un minuto de silencio por cada muerte tranquila y en paz. Pido un minuto de silencio. No por todos ellos. Un minuto de silecio por cada uno de ellos. Así os callaréis. Y no tendré que volver a oiros hablar sobre muertes justas. Ni sobre muertes injustas. Hipócritas.
Todo el mundo empeñado en que todo sea bonito. Y perfecto. Y cordial. Nadie comprende que alguien quiera alimentar el caos. Pero es caos lo que hay al fondo, lo queramos o no. Estoy harto de que la gente que me repugna se sienta ofendida. O incomprendida. Podría ser un poco más cordial. Pero no me sale de la polla. Estoy harto de lo jodidamente maravilloso que es el amor. Mariposas en el estómago. Corazoncitos. Toda esa mierda. Nadie habla sobre lo maravilloso que es que te dé asco todo. Cucarachas en el estómago. Apatía. Nadie habla de lo maravilloso que es. Porque es una intensa mierda. Y si intentas cambiar recuerdas los motivos que te llevaron a ésto. La pared se ha aprendido mis ojos de memoria. Y el techo me aparta la mirada. Apatía y desesperanza. Azul. Cucarachas en el estómago.
Arañas viles
que tejen los hilos
de sus títeres serviles
(mentes cercenadas a miles),
que escriben un destino
para decir que es irrompible.
Su veneno es asesino,
como implacables reptiles,
mezquinas serpientes sutiles
que mudan sus pellejos ricos
cuando ya les han servido
para cambiar lo que dices
por lo que sus garras escriben.
Sus garras salvajes
de águilas rapaces
que prometen ser libres
al son de cantares,
de himnos horribles,
de atroces verdades,
de fuego en ciudades,
del rugir de misiles,
de llanto de madres,
de pechos sangrantes
que riegan el oro
en anchos caudales
a todos los grandes
que velan por nuestro caos
en su vuelo rasante.
No debemos perdonarlos
y ellos lo saben,
que sigan jugando,
haremos que acabe.
Pues, al fin y al cabo,
sólo son humanos
jugando a ser dioses
o a ser diablos.
Son simples gusanos,
son crueles pastores
de un ciego rebaño
que nunca se opone.
que tejen los hilos
de sus títeres serviles
(mentes cercenadas a miles),
que escriben un destino
para decir que es irrompible.
Su veneno es asesino,
como implacables reptiles,
mezquinas serpientes sutiles
que mudan sus pellejos ricos
cuando ya les han servido
para cambiar lo que dices
por lo que sus garras escriben.
Sus garras salvajes
de águilas rapaces
que prometen ser libres
al son de cantares,
de himnos horribles,
de atroces verdades,
de fuego en ciudades,
del rugir de misiles,
de llanto de madres,
de pechos sangrantes
que riegan el oro
en anchos caudales
a todos los grandes
que velan por nuestro caos
en su vuelo rasante.
No debemos perdonarlos
y ellos lo saben,
que sigan jugando,
haremos que acabe.
Pues, al fin y al cabo,
sólo son humanos
jugando a ser dioses
o a ser diablos.
Son simples gusanos,
son crueles pastores
de un ciego rebaño
que nunca se opone.
La prosa me está corrompiendo. Trás decir ésto desapareció con un chasquido. Como final, no era muy impresionante. Porque no era, en absoluto, un final. Espero. Ni tan siquiera un descanso. Sólo un grito de súplica. Llega un momento en el que los modos de vida se gastan y se vuelven deprimentes. Y me tengo que conformar con no conformarme con ello, no queda más. Todo tiene un límite. Pero es sólo para que podamos tocar fondo.